Plataforma Laboral Life

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LA PREVENCION LABORAL EN BÚSQUEDA DE SU IDENTIDAD

El mundo de los clásicos griegos diferenciaba la definición de Amor, en tres formas diferentes; el Eros, la Filia, y el Agapé, siendo éste último el amor compasivo por excelencia, en el cual la empatía, adquiría su pleno significado. El mundo de la Prevención laboral necesita un “cuidado” que , en mi opinión, ahora no tiene todavía, y necesario para alcanzar la excelencia en el más diáfano de los sentidos. Este es uno de los compromisos de Plataforma laboral Life.

Si la Prevención de riesgos de la que hablamos ha de integrarse en la gestión de la empresa, debe hacerlo en su totalidad, esto es “poniéndose al lado de” comprendiendo su deriva, compartiendo sus búsquedas de soluciones, y en este caso, con la de todos-as los empleados-as, sin distinción.

La Prevención que se dote de muchos medios técnicos pero carezca de un mínimo o nulo “acompañamiento” y/o supervisión nunca podrá ser eficaz, como dice los artículos 14.1 y 15 de nuestra Ley de Prevención de riesgos laborales (Ley 31/1995 de 8 de Noviembre). La Prevención de los riesgos laborales que siempre van a existir en cualquier tarea, requieren de una efectividad (art. 15.4 LPRL) con los medios con que se disponen, y todos los elementos materiales y humanos deben converger en un mismo propósito; que el trabajo, como conjunto de tareas en sí, no implique una potencial existencia de daño (“damnum”) para el trabajador-a en ningún momento, ni físico, ni emocional.

Hoy en día los riesgos laborales se han diversificado mucho, y ya no hablamos como antaño de los riesgos debidos al plomo (saturnismo), ó del mercurio (hidrargirismo), o las repetidas neumoconiosis tan conocidas, por mencionar ejemplos clásicos de patologías de la salud laboral, y que todavía vemos algunas de sus secuelas, sino que hablamos más hoy de riesgos derivados de la mecanización como los musculoesqueléticos, y manufacturas con movimientos repetitivos, o en cadena, que causan gran parte de las enfermedades profesionales en ambos géneros, sino que además a éstos se han añadido de forma muy prevalente hoy, los riesgos cardiovasculares (infartos agudos de miocardio y otras enfermedades cardiovasculares), y cerebrovasculares (ictus), así como los múltiples desórdenes derivados de una carga mental mal administrada o no supervisada en el tiempo, y dónde convergen además de deficientes condiciones de trabajo, la ausencia de formación continuada, el exceso y confluencia de las tareas (“multitasking”), el no respeto al descanso necesario en el trabajo y fuera de él, los conflictos de rol, falta de autonomía y capacidad de decisión necesaria, y/o la falta de apoyo social. Quizá éste último, junto al desarraigo familiar, sea de los más característicos de situaciones que abocan a medio plazo al estrés laboral, y en muchas ocasiones la baja médica, por contingencia común (más del 70% de la I.T. común).

Así como para los riesgos propiamente físicos en el trabajo existen los equipos de protección individual (EPI´s) como los cascos y tapones para amortiguar el impacto del ruido, o visuales, como las gafas de seguridad, los guantes, o los equipos de protección y filtros especiales para evitar la inhalación de determinados productos tóxicos, que, bien utilizados, minimizan las consecuencias del riesgo laboral, en las de naturaleza mental (riesgos psicosociales) no existen “ de facto” herramientas de protección individual que puedan eliminar estos riesgos de forma inmediata, sino que debe impulsarse desde la propia dirección de la empresa, de forma paulatina, y apoyados por prevencionistas propios - o externos, con el ánimo de encontrar una solución óptima para los riesgos en la salud emocional, y que muchas veces encuentra su solución en un cambio de tareas, o en el apoyo emocional.

Esta pandemia cuyas consecuencias todavía entrevemos, y que ha sumido al tejido productivo empresarial en una importante desestabilización e incertidumbre, ha sacado a la luz la importancia de contar con planes de prevención de salud emocional y bienestar en las empresas, junto al sinfín de los otros riesgos laborales que siempre van a existir, porque el riesgo 0 no existe. El papel del prevencionista en estos casos, en mi opinión, sería el de prevenir el daño antes que curar, y en todo caso, seguir observando e interviniendo proactivamente en las recaídas (prevención cuaternaria), con especial énfasis en aquellos empleados-as que se vuelvan a reincorporar a su trabajo, o necesiten una formación
en nuevas habilidades. La OCDE recientemente ha publicado que hasta el 15% de los puestos de trabajo se van a perder en lo sucesivo, por la implantación de la digitalización, el trabajo a distancia y la Inteligencia Artificial, y algunos colectivos pueden necesitar ayuda en este sentido, con independencia de la edad (“baby boomers”, generación Zeta, emigrantes, trabajadores-as que retornan a su trabajo, edadismo, y discapacitados, por poner algunos ejemplos.

Dice el artículo 15.4 de la LPRL que el empleador-a “adaptará el trabajo a la persona”, y tomará en consideración las “..capacidades profesionales de los trabajadores en materia de seguridad y de salud..” antes de encomendarles determinadas tareas, y esto obliga a una supervisión previa de esta aptitud, y subsiguiente necesaria formación específica, porque las consecuencias podrían llegar a ser fatales. Las estadísticas objetivas no mienten y muchos siniestros laborales se dan en jóvenes con falta de experiencia y formación básica en PRL, y en emigrantes. Ello obliga al empleador-a, y a quién éste delega, a poner la máxima atención, especialmente en los trabajos más precarios, siendo los llamados “trabajos esenciales” un capítulo a tener muy en cuenta en lo sucesivo.

El constante avance de la Inteligencia artificial IA, y que desde el Parlamento Europeo se está comenzando a regular, a tenor que determinados Estados fundadores de la UE ya lo están haciendo como Francia e Italia, hace que la economía social que afecta a todos pueda bascular hacia posturas no equitativas para el resto de ciudadanos de la Unión, y con ello peligrar su puesto de trabajo, que es lo que más importa en definitiva. Por ello es importante crear, como se está haciendo, unas bases éticas antes de su implantación. Las experiencias deplorables vividas en la economía USA con el “big quit” (la gran renuncia) o abandono de muchos puestos de trabajo precarios, o “trabajos sin alma”, por falta de expectativas y motivación en muchos empleados-as se está también dando en la Unión Europea, aumentando las actuales tasas de absentismo, que son muy altas, ya no tanto por secuelas físicas, sino por siniestros laborales de origen preponderantemente psicosociales, y que ha reiterado la propia Agencia Europea de Seguridad y Salud en el trabajo (OSHA) sita en Bilbao, hace años. Por ello recomiendo la relectura del documento hecho público por la OIT/OMS de 28 de septiembre del 2022 sobre Salud Mental en el trabajo., así como las conclusiones de la reciente Asamblea 111ª de la OIT en Ginebra, porque da consejos para el afrontamiento psicosocial, de calidad contrastada.

Muy importante recalcar que la Prevención de Riesgos no se logra únicamente con un incremento de la inversión monetaria, sino actuando sobre los valores que la sustentan, como la proximidad, la buena comunicación, la formación específica en habilidades, “hard y soft skills”. Esta es la clave si queremos empresas saludables y sostenibles en el tiempo, con trabajadores satisfechos con sus medios y legítimos intereses, tanto de empleados-as como empleadores.

La Prevención es un apoyo básico en el sistema productivo “sine qua non”, y también mejorable sin duda, pero crítico, en mi opinión, en la mejora sustancial del bienestar en general de todas y cada una de las empresas, y sus empleados-as, paso que hay que dar adelante con la nueva realidad de la gestión empresarial y de los RRHH, y las nuevas formas de trabajo que se impondrán en el tiempo.

El individuo que se identifica con su trabajo, y siente que se le apoya, es mucho más productivo, y esto es conocido desde principios del siglo pasado, años 20 en USA, y fue explícitamente descrito y aplicado por los psicólogos industriales de entonces.

La prevención del siglo XXI no es la misma que la del siglo XX, y menos aún que la del siglo XIX. Quedan pendientes riesgos laborales de incidencia enorme en la UE, como el origen del cáncer laboral (la Agencia Europea de Bilbao hará público un informe al respecto a finales de este año 2023, tras un estudio específico desde el 4º trimestre, del 2022, según mis datos, porque hoy supone el 53% de las muertes en el trabajo en la UE, seguido por los accidentes laborales de origen cardiovascular y cerebrovascular (24%), lo cual me preocupa porque en ello van muchos de los hábitos tóxicos en que seguimos persistiendo, entre ellos la alimentación no ordenada con la consiguiente obesidad/sobrepeso, y las adicciones, como el tabaco y el alcohol, o el sedentarismo que produce el trabajo con pantallas y la ausencia de ejercicio físico, que la ONU consideró uno de los mayores riesgos de salud en su Asamblea del año 2022, para toda la población mundial.

El trabajo es un derecho fundamental, y la seguridad y salud en el trabajo es herramienta fundamental en este aspecto, que fue declarada 5º derecho en la Asamblea de la OIT del año pasado 2022, y ésta debe ser objeto fundamental de atención, los puestos de trabajo seguros, y la empleabilidad de los jóvenes (1 de cada 8 sin empleo en el mundo) que se ha mencionado recientemente por el Director Gral. de la OIT Sr. Houngbo, en la actual Asamblea del 2023 en Ginebra, a punto de finalizar, y en mi opinión capital para que funcione el sistema desde la prevención compartida y eficaz.

José María Aguirre Fdez. de Arroyabe

Médico especialista en Medicina del Trabajo y prevencionista de riesgos laborales
Graduado Social


Domingo, 25 de junio de 2023

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