Plataforma Laboral Life
Para triunfar en la vida no es suficiente con tener talento, inteligencia, compromiso, ambición o buena disposición; un elemento indispensable en la ecuación es… el valor de la valentía.
Y la clave de los líderes que necesitamos, es la valentía que nos hace falta, la valentía como poder de los/las líderes del futuro. Es ese poder de Pepe Mújica, expresidente de Uruguay que expresa así: En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio. El odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad ante las cosas, el odio es ciego y el odio nos destruye. La realidad es que no me gusta oír a la gente que odia cosas de la vida cotidiana. Sin duda alguna, esos son los buenos líderes.
Son muchas las capacidades que definen hoy en día al nuevo líder de las organizaciones: comprometido, cercano, innovador, empático, realista, menos jerárquico, creativo, facilitador….y sin duda valiente y además NO mediocre. La valentía es una cualidad que caracteriza a los grandes líderes del pasado, del presente y del futuro.
Podemos definir este liderazgo valiente en la capacidad de afrontar los retos y anticiparse a los problemas, tomar decisiones adecuadas incluso con falta de información, mantenerse firme bajo presión, asumir los riesgos que nos ayudan avanzar no simplemente conservar la posición, saber delegar inteligentemente en los demás aún cuando estos nos pueden fallar, ser muy honesto y asumir los errores lo que conlleva disculparse cuando los cometemos, la mayor valentía empieza evaluándonos y asumiendo nuestros fallos.
Ser valiente no significa no tener miedo sino actuar a pesar de ello, seguir adelante aún ante las adversidades, salir de la zona de confort, defender lo ético y lo justo, adelantarse a los cambios, enfrentarnos a nuestros temores para llegar lejos. Un líder valiente siempre llena de inspiración a sus colaboradores para que lo sigan en su camino.
Y cómo apunta un liderazgo exponencial, significa que si una persona tiene lo necesario para ser un líder valiente, estas son las cosas que debe hacer:
• Enfrentar la realidad de frente. Quitarse las gafas de color rosa y enfrentarse a lo que realmente está sucediendo. Buscar hechos y no basarse en juicios a la hora de tomar decisiones.
• Permitir el fracaso. Los líderes valientes están abierto a nuevas ideas audaces que no siempre tienen los resultados esperados, lo que significa que ante estas situaciones deben permitirse errores. El camino hacia el éxito casi siempre está lleno de fracasos, así que permitámonos fallar, y animemos al equipo a tomar iniciativas aunque a veces no se obtenga los esperado. Esto posibilita al líder y al equipo aprender y crecer a partir de la experiencia. Liderar desde el miedo puede tener unas graves consecuencias negativas.
• Decir lo que hay que decir. No nos imaginemos cuántas veces hemos escuchado: «Me gustaría tener el coraje de decir lo que quiero decir». Muchas veces, sobre todo los líderes cohesionadores y humanistas tienen miedo al fracaso. Tienen miedo a desatar la tormenta perfecta si sacan a relucir ciertos aspectos del comportamiento de los miembros del equipo. Probémoslo. Seamos valientes y digamos lo que necesitemos decir. Callarse solo mantiene el conflicto guardado esperando coger tamaño para salir con mucha más fuerza.
• Animar a los integrantes del equipo a pensar por sí mismos. Ayudarles a ser proactivos. Muchos líderes tienen buenas ideas y disfrutan compartiendo su sabiduría con los demás, pero es el líder valiente quien alienta a las personas a pensar por sí mismas y escuchar sus pensamientos y reflexiones.
• Hacerse responsable. Hagámosles saber a la gente que pueden contar con uno. Cumplamos los compromisos y asumamos los propios errores y límites. Cuando nos responsabilizamos, provocamos que modelen ese comportamiento a quienes nos rodean y ayudamos a establecer una cultura con una alta responsabilidad.
• Tomar decisiones y seguir adelante. Expresar un liderazgo valiente alentando acciones decisivas que mantengan las cosas en movimiento. Evitar la «parálisis del análisis». La reflexión y la planificación son elementos importantes de toda estrategia pero sin la toma de decisiones y la acción no hay resultados.
• Mantener el rumbo incluso cuando sea difícil. Los líderes valientes tienen un pulso firme. Cuando nos caigamos, volvamos a subir. Cuando fallemos, volvamos a intentarlo. La tenacidad es un gran componente de coraje. No dejemos que pequeñas desviaciones hagan cambiar el rumbo establecido.
• Dar crédito a quienes lo merecen. No tengamos miedo de recompensar a aquellos colaboradores con un alto potencial. Diseñemos planes de desarrollo a partir de estas personas con un alto desempeño.
Ser valiente como líder supone en muchas ocasiones tomar consciencia que no siempre tenemos el control de nuestra vida, ser nosotros mismos y coherente con los valores de una persona, expresar las propias ideas aceptando y escuchando las de los demás, ser flexible y con cintura para adaptarse a cada persona del equipo y al contexto o situación, ser intuitivo y actuar desde la intuición con una intención que refuerce las relaciones. Y luego tener el coraje para pasar a la acción siendo congruente con todo lo anterior. Y allí, después de la valentía, cuando una persona percibe que lo que siente y piensa tiene coherencia con las acciones, es síntoma que con toda probabilidad el ser de una/o y el hacer están alineados.
Y ante ello, la MEDIOCRIDAD. Esquivar la mediocridad es una reivindicación de la autenticidad como vertebrador de la vida. Es el intento de salvar aquella gente memorable que te has encontrado en las organizaciones y de la que no nos podemos olvidar. Es el intento de reivindicar la organización como un espacio de humanidad.
El jefe mediocre es muy tóxico pues al no alcanzar la excelencia, la simula. Los jefes mediocres se orientan a la búsqueda del protagonismo y la notoriedad cono fin en sí mismo. Algunos es lo único que hacen. Es típico de estas personas mediocres, el no escuchar a los demás y además, colgarse medallas que no son suyas, incumplir lo prometido o no reconocer un buen trabajo.
Sabemos que los jefes mediocres siempre saben la respuesta, resaltan lo que se está haciendo mal, evitan trabajar con personas mejores que ellos, no quieren oír nuevas ideas, no quieren cambiar nada, amenazan a las personas que les cuestionan o tienen miedo a que le roben el puesto, tienen miedo a ser criticados….
El jefe mediocre se orienta a la busqueda de su protagonismo y su notoriedad. Sus colaboradores deben estár al servicio de este objetivo pero ninguno puede sobresalir por que es sentido claramente como una amenaza. Es la historia de ese jefe tirano, que utiliza técnicas maquiavélicas para alimentar su ego constantemente. Su principal preocupación es mantener el poder.
Y esos malos jefes meten miedo, humillan, gritan, nunca alaban a no ser a los que le siguen la corriente, se esconden ante los que le critican, solo aceptan sus propias ideas…
Y es que la humildad no es compatible con la ostentación. No hay nada más mediocre que un responsable ostentoso. Y es que la desmedida ambición de algunos es un problema. Lo que de verdad importa no es evitar la estupidez, sino adornarla con la apariencia del poder. Eso es lo que hacen los mediocres.
Cuanta humildad falta en algunas personas, que creen que nunca se equivocan, además de que normalmente son altivos, bastante mediocres y sobre todo muy ostentosos! Cuanta falta nos hace en nuestras organizaciones gente humilde, frente a jefes egoístas que se miran el ombligo!
Personalmente me gustan esas personas que mantienen la empatía, esas que no se olvidan de cuando empezaron y se acuerdan de lo que entonces ellos pensaban de los de arriba. Me gustan esas personas que saben el esfuerzo que exigen porqué antes lo han experimentado desde abajo. También me gustan esos responsables que contienen sus egos y ceden el paso. Los que respetan sin escalafón. Los que lo piden todo por favor y dan las gracias. Esos son los valientes.
Por ello, el nivel de integridad es básico para la mejora y el cambio. Y la realidad nos dice que empezamos a no sentir las cosas con la intensidad necesaria cuando vivimos como mediocres leales y no como brillantes críticos. Las instituciones, y más hoy en día, necesitan responsables que las protejan de la autocomplacencia y la arrogancia, que sean un ejemplo de cercanía, que escuchen, que hagan preguntas y que vuelvan a escuchar. No hay humildad que no escuche.
Y es que el ser humano tiene el tamaño de aquello que se atreve a hacer. Lo importante en definitiva es no imponer la razón del jefe. Llevar bien que le lleven la contraria y encajarlo con curiosidad e interés para vestir soluciones en equipo, creando un sentimiento de orgullo y pertenencia. Mucho es. Muy importante también. Líderes con VALENTÍA, líderes CON valor.
Joan Carles March Cerdá
Profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública
Divulgador científico en salud