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La duda, la última trinchera

Decía Jordi Évole en un artículo en El Periódico que en tiempos de tanta certeza, tanto enfrentamiento y tanta crispación, la duda le parecía la última trinchera.

Y me venía a la cabeza la importancia de la duda, la importancia de no saberlo todo, la importancia de pensar y repensar antes de hacer aunque es muy importante hacer, la importancia de que no tengamos la lección aprendida antes de recibirla, la importancia de aprender a dudar.

Sabemos que dudar es NO estar seguro de algo o de alguien, o no estar decidido por algo. Y dudar es sin duda clave para aprender como parte del pensamiento crítico. Y es que aprender a dudar es aprender a pensar.

Dudar es buscar el entendimiento, buscar la comprensión, buscar más conocimiento sobre el trasfondo de algo. Dudar es lo que hace una persona que quiere ir más allá de lo aparente y que no se conforma con solo ver la punta del iceberg, sino que quiere comprender lo que pasa en el fondo y el por qué de las cosas.

Dudar NO es sinónimo de falta de carácter. Dudar NO es sinónimo de inseguridad en la personalidad. Dudar NO es falta de autoestima. Dudar NO es un signo de indecisión.

Dudar es formularnos preguntas, preguntas que nos permiten avanzar. Además, aprender a dudar para pensar mejor requiere de coraje.

Dudar es sano. La duda lleva al pensamiento y este, a las conclusiones, por muy polémicas que puedan llegar a ser.

Y yo me pregunto ¿Por qué no nos permitimos dudar? Y creo que la respuesta es porque entendemos que la indecisión, tomarnos el tiempo para dirimir entre dos opciones denota debilidad.

Por suerte voy aprendiendo a valorar la duda, voy aprendiendo que añadir vacilación a la vida, entraña sus ventajas, siempre y cuando dudar no implique inación ni inmovilismo sino que aluda al plazo necesario para tomar la dirección correcta.

Tomarse un tiempo para decidir no denota inseguridad sino fortaleza en uno mismo, fe en la capacidad para alcanzar la solución idónea. Los errores inducidos por la precipitación nos implican la necesidad de corregir después y decir que me he equivocado, que lo siento mucho, que no volverá a ocurrir. La gama de los grises es más rica de lo que creemos. Y tenemos que utilizarla más. No todo es blanco o negro. Y las dudas ayudan a una mejor elección sin duda.

Cómo escribía Irene Vallejo, cuando albergamos firmes convicciones sobre un asunto, tendemos a creer las informaciones que las afianzan –por infundadas que parezcan– y a cuestionar los datos que las rebaten –por sólidos que sean–. Si la realidad contradice nuestras ideas, en lugar de cambiar de opinión, respondemos con sospecha e incredulidad. Es importante aferramos a nuestras creencias con dudas y dientes.

Es evidente que la sabiduría de los años aleja de las certezas y acerca a la indecisión, ya no solo porque seamos conscientes del dilema en sí sino porque habremos compendiando más pros y contras. También sabemos que cualquier reto implica un primer paso tormentoso que aventura al final un mar tranquilo.

Por eso recomendamos tener la capacidad de dudar de las propias afirmaciones de uno/a, porque con esa actitud vamos a obtener beneficios, vamos a lograr que la máquina funcione y vamos a ganar flexibilidad mental. Además, si nos atrevemos a dudar de nuestros propios pensamientos, vamos a reducir el peso de nuestro propio ego, con lo cual nuestra salud física y emocional va a desarrollarse en plenitud. Y vamos a sufrir menos. Y es que sin duda, la duda es uno de los nombres de la inteligencia. Es nuestra elección. Y somos libres de dudar.

Joan Carles March Cerdá
Profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública


Jueves, 6 de octubre de 2022

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