Plataforma Laboral Life
¡El bienestar en el trabajo es tendencia! En la función de dirección y gestión de personas en la empresa, competimos ahora por proporcionar elementos de bienestar a la plantilla. Queremos que la gente se sienta bien y esté contenta; y este propósito, que despegó significativamente tras la pandemia y el teletrabajo, es sin duda algo positivo.
Es más, queremos no sólo que el empleado se sienta bien mientras está trabajando, sino que en general sea más feliz, incluso en su vida privada, pues hemos tomado conciencia de lo difícil que es en la práctica gestionar una felicidad troceada por ámbitos.
La tendencia ha supuesto un cambio en los modelos de gestión, pues ha conllevado el auge de los sistemas de “experiencia de empleado” (Employee Experience o EX) que diagnostican y pulsan las percepciones de los empleados en diferentes momentos de la vida laboral.
Hay, no obstante, un importante riesgo en considerar a la experiencia de empleado como un fin último, que no podemos dejar de subrayar.
En la empresa, el bienestar del empleado es clave, pero no es el objetivo final. Se trata de un fin intermedio, basado en el principio de que una persona satisfecha adquiere un mayor nivel de compromiso, es más proactiva y productiva y sirve mejor al cliente. En definitiva, estamos convencidos de que los empleados satisfechos trababan mejor y aportan más valor. Esto es bueno, sin duda, pues enriquece muchísimo el acuerdo esencial entre empleado y empresa, que sale del estricto ámbito jurídico laboral – trabajo y tiempo de trabajo a cambio de salario- para ampliar sus horizontes – compromiso y trabajo proactivo y excelente a cambio de satisfacción y apoyo -. Para las direcciones de recursos humanos es un reto sin duda. Ya de antes veníamos gestionando intangibles, pero con esta visión, el campo de los intangibles se amplía, pues sitúa las percepciones y sentimientos, las emociones, en el centro del terreno de juego. De ahí que debamos llamar la atención sobre el riesgo que puede conllevar formular el objetivo fundamental de la Dirección de Recursos Humanos en la felicidad del equipo.
El fin último de la empresa está en el valor que presta al cliente y a la sociedad, y en la necesaria rentabilidad que ha de obtener, que es condición de su existencia para poder lograr precisamente esos fines. El objetivo de la Dirección de Recursos Humanos o Dirección de Personas no puede ser otro que conseguir que el equipo sea el más idóneo para lograr ese fin, en dimensionamiento, capacidades, competencias y motivación.
Por eso un sistema de experiencia de empleado sólo funcionará realmente en la medida en que seamos capaces de conectarlo con el modelo de experiencia de cliente.
Se nos achaca a veces a los profesionales de la función de dirección de personas que por “exceso de humanismo” tendemos a olvidarnos del negocio. Hemos de tener cuidado con eso. Las personas en una empresa somos “recursos”, en la medida en que estamos por y para servir a un fin distinto de nosotros mismos. Cosa distinta es que sin duda, no somos un “recurso” cualquiera, somos “humanos”, y eso marca la gran diferencia.
Así pues, hemos de promover sin duda el bienestar en la empresa, y hacerlo de una forma ordenada y sistemática; gestionada a través de un Plan de Bienestar completo, porque es bueno para todos: para la empresa y para las personas. Es un propósito loable que se sostendrá en la medida en que seamos capaces de vincularlo a: profesionalidad, rentabilidad y la satisfacción del cliente.
El bienestar laboral no consiste en trabajar menos. Se trata de desempeñar más a gusto y mejor un trabajo en sí mismo digno y sostenible, que es siempre la base.
Surge con esta reflexión un segundo riesgo a considerar a la hora de diseñar un Plan de Bienestar o un modelo de experiencia de empleado: que nos perdamos en un sinfín de buenas medidas accesorias y no atendamos al núcleo sobre el que se asientan las relaciones humanas en la empresa, que es sin duda el trabajo mismo: el fondo y forma de la actividad humana y su organización en procesos y proyectos.
En estos tiempos, es preciso reivindicar el concepto y valor del trabajo humano. “La mejor filosofía es trabajar con alegría” como dice el refrán. El trabajo no es sólo un medio de producción y distribución de la riqueza en una sociedad. El trabajo tiene una dimensión antropológica y ética positiva y mucho más profunda. Es claro que el trabajo es importante para cada persona, considerada individualmente en su ser propio; y también que su estructura y organización general son claves para la comunidad. Esta doble dimensión del trabajo, personal y social, individual y colectiva, contribuye a su complejidad y a la variedad de perspectivas desde las que puede ser estudiado. Pero esto ya sería motivo de otro artículo.
Carlos de Benito
Director de Recursos Humanos