Plataforma Laboral Life
Discriminar, excluir a las personas por su edad, especialmente si se trata de personas mayores es una realidad reconocida y aceptada.
Sabemos que se da de manera fehaciente en todos los ámbitos de la vida y se expresa de muchas maneras. Desde el momento que no hacemos nada para combatirla implícita y explícitamente la apoyamos.
El edadismo de entrada tiene graves consecuencias para quién lo padece e influye notablemente en su salud física y mental o lo que es lo mismo en su bienestar y calidad de vida.
Las personas mayores son percibidas como una carga, dejan de existir y se olvidan de su contribución a que el relevo generacional sea posible en todas sus esferas.
Si las personas mayores no hubieran trabajado y pagado sus impuestos. Si no hubieran cuidado y educado a sus hijos el relevo generacional no hubiera sido posible. De pronto parece que se olvida ese hecho y no se les valora por lo que fueron e hicieron y se les niega el disfrute de acuerdo con su rango vital por edad.
De esta manera lo que es un gran progreso en la vida de los humanos, el vivir más años, se ha convertido en una amenaza para las nuevas generaciones, que les percibe como que les quitan oportunidades.
Un estudio en el que participaron 80000 personas en 50 países rebeló que el envejecimiento se percibe como algo negativo. Sobre todo, esta percepción es más acusada en países con renta más alta.
Otro estudió sobre el edadismo constató que en los países con más esperanza de vida y en los que a la vez existen menos nacimientos esta percepción negativa sobre el envejecimiento es más acusada.
El edadismo se manifiesta en cualquier aspecto de la sociedad. Hay estereotipos profundamente arraigados y difundidos, si envejeces pierdes facultades físicas, motoras, intelectuales.
Los mayores son más torpes, menos lúcidos, menos abiertos a innovar, menos comprometidos, se cansan pronto. No hay base científica, pero se acepta como válido.
Y ya sabemos, lo que creemos y compartimos como comunidad es lo real. De esta manera los sesgos calan en nuestro subconsciente y las conductas individuales y colectivas excluyentes sobre la vejez son aceptadas y retroalimentadas.
El edadismo es palpable y se filtra en todas las esferas, en la atención social y sanitaria, en los medios de comunicación, en el ordenamiento jurídico, en las RRSS.
En este contexto, el edadismo en el ámbito laboral solo extiende y legitima lo que la sociedad piensa. ¿Quién no conoce algún caso en los que un empleado/a empieza a sentir la presión de cumplir años a partir de los 45? Personas que comienzan a percibir que son relegados, que se les excluyen de las formaciones, que los apartan de puestos directivos o que son sustituidos por perfiles más jóvenes que no cuentan con ellos.
Si te despiden del trabajo con esa edad tienes pocas posibilidades de encontrar uno nuevo. La nueva edad dorada del trabajo está entre los 25 Y 45 años, estar por debajo o por encima de esa edad es un problema para quien lo sufre. No hay apoyo social. Es su problema.
Existe un hecho irrefutable: todos envejecemos.
Y existe otra verdad asociada, una cultura que cuida de sus mayores construye los fundamentos de una sociedad solidaria. El cuidado en cualquiera de sus vertientes es la base del progreso y del desarrollo sostenible.
Ángela Moreno
Antropóloga